Alfonso Prudencio Claure deja un legado insuperable en la historia del periodismo. Desde su famosa columna humorística nos regaló a los más entrañables personajes

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13 de julio de 2019, 4:00 AM
13 de julio de 2019, 4:00 AM

Hay quienes consideran al periodismo el mejor oficio del mundo. Para Alfonso Prudencio Claure era una forma apasionante de existir, una razón de vivir expresada en más de 10.000 columnas periodísticas, con el ingrediente particular del humor, que escribió bajo el nombre de La noticia de perfil.

El prestigioso periodista paceño falleció el domingo a los 91 años, dejando una notable y extensa trayectoria en el oficio, que abrazó durante más de seis décadas y en el que plasmó como nadie su crítica política y social característica. Prudencio, que nació en La Paz el 27 de agosto de 1927, fue el primer periodista boliviano con título universitario. Salió bachiller del colegio San Calixto y en 1953 ganó una beca para estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid.

Fue uno de los fundadores del semanario Presencia a principio de los años 50. Cuando se convirtió de semanario a diario a fines de esa década, el director del matutino, Huáscar Cajías, le dijo que un diario debía tener una columna de humor y consideraba que él era el indicado para hacerla.

Fue así que la columna Cartas a mí mismo, que escribía semanalmente, firmándola como Paulo, pasó en 1958 a ser La noticia de perfil, esta vez firmada con el seudónimo de Paulovich, que en lengua eslava quiere decir ‘el hijo de Paulo’.

En ella plasmó su sátira ingeniosa apuntando sus dardos a la clase política y a las castas solemnes, pero de una manera muy sutil, la misma que usaba para resaltar los vicios de las clases populares. De esa manera fue capaz de inventar un universo personal, habitado por una suerte de risueños personajes, como sus tíos Huevastián y Pelópidas (que representan a esos parientes desubicados que todos tenemos en la familia), además de sus queridas tías Encarna, Clotilde von Karajan Quiroga, Restituta viuda de Batistuta, Omaygad y Semáforo.

Asimismo, cobraron relevancia sus amigos del Ateneo Pericles, del bar Chuma y los yatiris Uayruru, Calimán y Titirico del Club Malena, de El Alto. Y, por su puesto, su comadre Machaca viuda de Racacha y la imilla Winona, ya en tiempos de Evo, en los que Paulovich pasó a ser Paulino Huanca. “Escribir sobre humor es más difícil, porque se trata de un género mayor dentro de la literatura y el periodismo.

En un artículo serio se conoce el motivo, se busca el origen y el fin de cada problema; se hace un razonamiento y finalmente se llega a una conclusión. En cambio, en el humor se puede repetir todo ese proceso, pero con mayores ingredientes, los cuales hay que saber utilizarlos”, afirmaba durante una entrevista que concedió a Brújula en 2011, en su domicilio de la capital paceña. En aquella ocasión y a pesar de las dificultades que ya sufría de la vista, aseguraba que seguía escribiendo “porque el día que deje de hacerlo no tendré razón para vivir, por eso escribo  todos los días, lo necesito tanto como comer o dormir”.

Lo recuerdan Mariano Baptista Gumucio asegura que Alfonso Prudencio era un hombre preocupado por la suerte de los bolivianos. “Es necesario leerlo también entre líneas para encontrar su estampa de pensador y humanista. Paulovich enseñó a sonreír a un pueblo desangelado, a sacudirnos en medio de tanta fatalidad. Ese fue su gran mérito, el haber sabido sostener una columna durante tanto tiempo, la única de humor con esas características”, expresa el historiador. “A pesar de que fue un hombre con vocación religiosa y vinculado a la iglesia, nunca dejó que la solemnidad le impida expresar su fino humor. Eso se

puede comprobar en obras suyas como Conversaciones en el motel. Alfonso tenía una capacidad única de leer la realidad política y social del país. Fuimos amigos toda la vida”, añade Baptista, que considera importante que se pueda recopilar en un libro las columnas que publicó en los últimos años.

El periodista Fadrique Iglesias califica a Paulovich como el gran maestro de la sátira política y del análisis de coyuntura boliviana.

“He admirado su capacidad de síntesis y de ver más allá de lo evidente, con mordacidad y lucidez. En este momento no tiene un relevo que mezcle la risa y la lágrima en las columnas nacionales”, dice Iglesias. Otro amigo de toda la vida de Prudencio fue el antropólogo Winston Estremadoiro, que admiraba su habilidad para mezclar el humor y la ironía: “Afecto a desnudar apariencias, Paulovich las disfrazaba con personajes mestizos de nuestra variopinta gente.

Aunque después de un par de whiskies alguna vez disertó con que ‘el boliviano va en busca de su ‘minacha’ porque somos un país minero”. Por su parte, el periodista Álex Aillón le rinde homenaje y menciona: “El humor nos recuerda que no somos tan importantes, que las cosas que creemos serias, como la política, la religión, las ideologías, nos hacen olvidar el lado humano que tenemos todos. Paulovich nos lo recordaba todos los días, y le recordaba al poder lo ridículos que pueden llegar a ser, descompuestos por su pluma, desnudados de cuerpo entero”.