Es la historia de un crimen que cerró una época. El director anunció que después de esta, filmará una película más y se retirará. “Hay mucho cine y amor por él en el filme”, comenta la autora.

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24 de agosto de 2019, 4:00 AM
24 de agosto de 2019, 4:00 AM

Una sensación rara deja la última película de Quentin Tarantino. Esa sensación te acompaña mientras salís de la sala y se queda aleteando en tu mente y en tu corazón un buen tiempo. Por un lado, acusás recibo de la obra de un cinéfilo, porque Once upon a time in… Hollywood (Había una vez... en Hollywood) tiene dentro suyo un mix de lo que Tarantino ama del cine y de lo que siempre ha sido el cine de Tarantino.

Por otro lado, hay cierta banalidad, cierta cosa maniqueista y simplista en el relato que me resultó muy chocante. Tarantino, que ya lleva nueve películas en su filmografía y que amenaza con retiro, agarra la trágica historia del asesinato de la actriz Sharon Tate y sus amigos para intentar retratar una época.

Una época de paz y amor, cine hollywoodense dorado y cursi, que terminó cuando los acólitos de Charles Manson irrumpieron en la casa de Tate, entonces esposa del director Roman Polanski.

La escritora Joan Didion, en su libro The White Album, reflexionó:

“Muchas de las personas que conozco en Los Ángeles creen que la felicidad y prosperidad de los años 60 terminó ese 9 de agosto de 1969, exactamente en el momento en el que los asesinos, atravesando la ciudad como una bala de fuego, llegaron a Cielo Drive”.

De la historia se ha escrito y dicho mucho, que si el papel que hizo Tate en la película El Bebé de Rosemary (dirigida por Polanski) le trajo una maldición; que si Manson quería desatar una guerra racial inspirado por The White Album de Los Beatles; que si los jóvenes asesinos nunca se arrepintieron; que si el hecho mostró la terrible brecha socioeconómica de finales de los 60, cuando los gringos aún intentaban lidiar con la Guerra de Vietnam…definitivamente hay un contexto histórico que vale la pena tener en cuenta.

Tarantino intuye que detrás de esa creencia de que los horrendos asesinatos incitados por Manson finalizaron una era, hay una gran historia y la escribe.

No nos engaña cuando titula su película con Había una vez… en Hollywood porque es una ficción en toda regla, un cuento… y si se mira como una ficción es cuando podemos enamorarnos de algunas escenas, podemos admirar a un gran Leonardo DiCaprio en la piel del actor venido a menos Rick Dalton, podemos tenerle un poco de empatía a Brad Pitt interpretando a su fiel compañero Cliff Booth, podemos divertirnos y disfrutar de ellos, que juntos son la perfecta imagen de un ‘Bromance’.

Todo lo relacionado al mundo del cine como industria, como ese mundo despiadado en el que los actores, las amistades y las carreras son desechables, me parece de lo más rescatable del filme.

Fascinantes las escenas de Rick (DiCaprio) intentando aprender sus líneas, olvidándolas, simpática la charla con la niña actriz, y los esfuerzos de Rick por deslumbrarla. Disfrutables las secuencias de Cliff tratando de enfrentarse a Bruce Lee. Hay mucho cine y amor a él en el filme.

El guion comienza a torcerse cuando Sharon Tate, el leit motive de la película, el ícono del fin de una era, interpretada por Margot Robbie, aparece vacía en pantalla.

Desfila por las calles con actitud aniñada, le compra un libro a su esposo, se mete al cine a verse a sí misma en una de sus películas, goza cuando el público ríe ante algunas de sus escenas, y su personaje tiene menos carne, menos contenido que el de la niña actriz que comparte con Rick Dalton.

Sharon es solamente un objeto ornamental, un “mirá tan linda y dulce que era”.

Similar visión idealizada sobre Polanski, la fiesta en la Casa de Playboy, y todo lo que rodea a Tate como parte de la industria, se recrea en pantalla. Polanski ya era un tipo oscuro antes de que finalizara la era de paz y amor. Jay Sebrings no era solamente el encandilado pretendiente de Sharon Tate, sino un habitual consumidor de drogas igual que Tate.

La Casa de Playboy no era solamente el paraíso de baile y felicidad que muestra Tarantino. La casa de Cielo Drive no era la casa a la que había que mirar con envidia y embeleso; en ella, según cuentan sus biógrafos, Sharon Tate vivió una relación tormentosa de constante abuso y control con Polanski, quien además no estaba de acuerdo con su embarazo y por ese motivo no se encontraba en la casa el día de los asesinatos. “Tenemos un buen acuerdo.

Roman me miente y yo hago de cuenta que le creo”, ironizó Tate alguna vez al ser consultada sobre su vínculo con el cineasta.

Tarantino eligió usar los nombres reales de Polanski y de Tate, y el contexto histórico del asesinato de Tate para su película, y por ese motivo no pude desprenderme de esos datos, aun sabiendo que el juego de Tarantino es hacer una ficción y que el mismo Tarantino ha dicho que quiso plasmar la mirada que él tenía de niño de ese mundo.

Casi al final, el cineasta se plagia a sí mismo, plagia a su Malditos Bastardos, película en la que daba al público el final que muchos desearon para Hitler y los nazis.

Apreta acelerador a fondo y toda la sangre que no mostró en las primeras dos horas de su película, las salpica en esos minutos finales, y como un gran Deux ex Machina, (si no querés saber algo importante de la trama saltá al siguiente párrafo), deja que Sharon Tate viva.

Y cuando Sharon Tate vive, me conmuevo, porque aún conservo en mi memoria los detalles de su muerte, porque es verdad que al leer sobre el caso algo de inocencia morirá. Minutos antes de la debacle había susurrado:

“No nos lo mostrés”, “no te atrevás a mostrarlo”, y Sharon Tate vive, y para que Sharon Tate viva se monta una secuencia autoindulgente. Los asesinos -muy fiel al cine hollywoodense- son retratados como loquitos sin motivaciones, como ornamentos de la maldad, hay desenfado y espectáculo en esa venganza ficcional. Y los créditos empiezan a salir y uno siente pena.

Por esa gran película que es en parte Había una vez en…Hollywood, y por esa incómoda sensación de que hay algo que no está bien en ella. Y no es solo el uso ligero de la tragedia de Tate. Por ejemplo, el personaje de Brad Pitt es un feminicida estilo O.J. Simpson y, sin embargo, termina salvando el día. Siendo el héroe del boliche.

Había una vez en…Hollywood, como dije al principio, es la obra de un cinéfilo, un mix de todo lo que ama Tarantino del cine y del cine que ha hecho hasta la fecha.

Es quizás un poco más introspectiva que trabajos anteriores, es expansiva e hiperbólica, a ratos exagera en el tiempo que dispensa a sus recreaciones de series de los 60 y, claro, al ser basada en un hecho real importante que es retratado de la manera más banal y simplista del mundo…huele a película oportunista.

Sí, y siendo honestos, abrazando la cinefilia que también recibimos mezclada con el oportunismo: estética y actoralmente es una gran película oportunista.

3. Elizabeth Taylor no quiso trabajar con Sharon Tate. Se dice que tenía temor de ser eclipsada por su belleza.
4. En agosto de 1969, cuatro personas fueron asesinadas por instrucciones de Manson. Tate estaba embarazada de ocho meses y medio. El crimen cerró la época de los 60.
1. La condena a muerte de Charles Manson fue sustituida por la cadena perpetua, debido a que la pena capital fue declarada inconstitucional. Murió en 2017.
2. Londres, enero de 1968. La actriz y el director se casaron. Ella estaba enamoradísima. Eran la pareja más popular de ese tiempo. Polanski la consideraba ‘perfecta’