Aparece en la mayoría de filmes nacionales de los últimos años. Aunque su acercamiento a la actuación fue circunstancial, su formación y experiencia en cine, teatro y TV lo colocan entre los mejores actores. Esta es su historia

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29 de septiembre de 2018, 4:00 AM
29 de septiembre de 2018, 4:00 AM

 Tiene la agenda llena desde inicios del año y para el próximo ya está confirmado en dos proyectos cinematográficos. Lo que resta de este 2018 lo tendrá ocupado en talleres, charlas, dirección y actuación de obras de teatro y la promoción de las películas en las que ha sido protagonista. Así son los días para Fernando Arze Echalar, el actor del momento del cine nacional.

Muralla, la cinta dirigida por Gory Patiño, que continúa en cartelera en varias salas del país, se ha sumado a la lista de producciones que le han dado protagonismo en la pantalla grande a uno de los actores favoritos de los cineastas bolivianos. La película, en la que comparte roles con Cristian Mercado y el argentino Pablo Echarri, es un thriller de 99 minutos que plantea la pregunta:

¿Qué estarías dispuesto a hacer por salvar la vida de tu hijo? Arze es Coco ‘Muralla’ Rivera, exarquero de San José de Oruro, que en la década de los 90 atajó un penal histórico y que en el presente vive una situación sombría. Muralla surgió de la idea de hacer una película de uno de los personajes de la serie La entrega, también dirigida por Patiño,  de la cual Arze es coguionista.

“Es una saga urbana acerca de un hombre que está buscando una luz, un tipo que tuvo la chance de ser aclamado y cayó en desgracia. Generalmente no estamos preparados para el bajón. Casi como que estamos programados para lograr el éxito, y cuando no lo logramos nos afecta de una manera que nunca lo hubiéramos imaginado”, menciona Arze. “Este ex futbolista olvidado se torna en chofer de minibús y la patada voladora es que su hijo cae en una enfermedad grave y él no sabe qué hacer.

El mérito de Muralla es tratar de hacer algo por salvar a su hijo, a pesar de sus falencias. Las decisiones que toma no son las mejores, pero las hace porque ama a su hijo. Y trata de redimirse de alguna forma”, continúa el actor. Arze recuerda que el rodaje fue muy difícil porque varias escenas se rodaron en las laderas de La Paz, en horas de la madrugada con hasta 5 grados bajo cero.

Fernando se metió de tal forma en la piel de Coco Muralla, que el dolor que experimentó trascendió el rodaje y tuvo que pasar un tiempo considerable para que logre recuperarse emocional y físicamente. Sin embargo, no puede evitar sentir que ha envejecido. “Se trata de meterse en la sicología de una persona para entenderla y, de esta manera, entender un poco más a la humanidad, saber por qué ciertas personas hacen lo que hacen, cuáles son sus deseos, sus miedos y sus sueños. La historia de Muralla es acerca de los sueños no conquistados” afirma Arze. El protagonista manifiesta su orgullo por el equipo de trabajo de la película.

“Ellos son mi inspiración, partiendo de Gory, un director que, al realizar su primer filme, toma riesgos y sigue a pesar de los obstáculos, es alguien que te da confianza y logra que los actores y el equipo en general lo aprecien mucho. Un actor debe confiar en el director para que una película funcione”, añade. Aprender es algo que Fernando hace constantemente, y el rodaje de una película es uno de los espacios en los que aprovecha para nutrirse de la mayor cantidad de experiencias que pueda.

Por eso es un gradecido con todos los directores con los que ha trabajado. El ascensor (Tomás Bascopé), Carga sellada (Julia Vargas-Weise), Juana Azurduy, guerrillera de la Patria Grande (Jorge Sanjinés), El río (Juan Pablo Richter), El corazón de Jesús (Marcos Laoyza) y El atraco (Paolo Agazzi) son algunas de las películas más importantes en las que el paceño de 46 años y 1,81 m de estatura ha participado en el cine boliviano. De vuelta a casa La historia de Fernando Arze en la actuación es la historia de un retorno ligado al azar. A los 19 años, mientras estudiaba Ingeniería Electrónica en Nueva York, se fue de vacaciones a Brasil.

Allí, una amiga le pidió que la acompañase a un taller de actuación, donde el instructor lo invitó a animarse a una serie de improvisaciones. Arze actuó de un payaso viejo que acaba de ser despedido del circo. Todo sin palabras.

Su personificación cautivó al instructor, a su amiga y a los demás alumnos. A su retorno a Nueva York, continuó con sus estudios de ingeniería, pero ya no podía apartar de su mente la idea de ser actor. No obstante, tardó dos años en dar el siguiente paso, cuando fue aceptado en la American Academy of Dramatic Arts, donde estudió tres de los 10 años que vivió en Manhattan.

En Estados Unidos filmó spots, prestó su voz para comerciales, actuó en varias obras y fue miembro del grupo de teatro del Metropolitan Playhouse de Nueva York hasta 2003.

“Yo no quería hacer cine porque tenía algo de ese esnobismo del actor de teatro estadounidense, pero aprendí que el actor de cine tiene su propia sensibilidad, porque, quiérase o no, es un arte diferente”, afirma Arze. Su búsqueda lo llevó de retorno a Brasil. En 2004 se introdujo en las filas de actores de la Red O Globo y de la Red Récord de San Pablo. Su talento también le permitió dirigir obras en Río de Janeiro.

Y volvió a Bolivia, donde hizo cameos y roles de reparto en películas nacionales e internacionales rodadas en el país, como La cacería del nazi. Y el teatro siempre estuvo ahí. Dirigió la obra Arte, con Cristian Mercado, Luigi Antezana y Gory Patiño como actores, los mismos con los que compartió escenario en Todo blue, dirigida por Paolo Agazzi. Ha dado talleres de teatro en diversas ciudades. Fruto de uno de ellos es 7 menús, obra que presentó este año en Santa Cruz de la Sierra. Y el cine seguirá ahí.

Actualmente está en la posproducción del corto Extranjeros, que ha dirigido y escrito. El próximo año actuará en Los de abajo, filme del tarijeño Alejandro Quiroga. Arze piensa en grande, tiene en mente dirigir un largometraje, además de escribir guiones y montar obras teatrales de su autoría. Seguir haciendo cine y teatro lo hace sentirse un privilegiado.

“Me encanta el escenario, me encanta el set y toda la dinámica. Es muy jodido tener que esperar horas para hacer una escena de 30 segundos, pero me encanta la comunión entre la gente, adrenalina, la fraternidad. Yo elegí esto, es lo que quería hacer. Hay una parte dura, pero no se compara con el placer de vivirlo plenamente”, finaliza el actor.

 

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