Le llamaban ‘Cara de Piedra’ por mantener el rostro impasible ante la cámara. Fue uno de los grandes del cine mudo, aunque tuvo problemas con el alcohol

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17 de noviembre de 2018, 4:00 AM
17 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Cierto día, un joven Harry Houdini, rumbo a convertirse en el mago más famoso de la historia, vio a un niño de año y medio rodar las escaleras desde un segundo piso. Estupefacto, Houdini exclamó: “That was a real buster! (¡Eso fue un verdadero porrazo!)”. El infante, Joseph Frank Keaton (1895-1966), salió sin un rasguño y se ganó el apodo de Buster, que se convertiría en su nombre artístico. Keaton creció en una familia de artistas de vodevil. Ni bien pudo caminar, acompañó a sus padres en el escenario.

A sus tres años, Buster ejecutaba rutinas cómicas físicamente exigentes que incluían ser lanzado por los aires para aterrizar en medio de la orquesta que animaba la obra. En cierta ocasión, contaría Keaton, su progenitor le pateó por accidente en la cabeza, dejando al niño desmayado en pleno acto. El naciente cine mudo permitió dar a conocer el talento de Keaton a un público más amplio. El vodevil que lo forjó le hizo perfecto para la comedia física o slapstick, popular entre el público de la época. Roscoe ‘Fatty’ Arbuckle, una de las rutilantes estrellas de la comedia de ese entonces, se percató del talento del muchacho y lo incluyó en 14 de sus cortos entre 1917 y 1920. Posteriormente, Buster se marcharía para producir sus propias películas, mientras que su mentor fue engullido por el escándalo tras verse vinculado a un sórdido feminicidio.

En los siguientes años, Buster Keaton se labraría un nombre en Hollywood. Dirigió sus propios filmes e incluyó complejas acrobacias con una precisión de relojería. Los libretos eran solo ideas generales que permitían improvisar durante toda la filmación.

En Three ages (1923) debía saltar entre dos edificios, pero falló y cayó al vacío. En lugar de filmar de nuevo, Keaton usó la escena y añadió otros gags donde cae hasta aterrizar en una estación de bomberos. Su temeraria actitud le ganó el apodo adicional de ‘Cara de Piedra’, mote que encajaba con el personaje de la pantalla, capaz de realizar increíbles piruetas sin perder el rostro impasible. En Steamboat Bill Jr. (1928), el frontis de una casa de más de una tonelada cae sobre él, salvándose al estar parado en el estrecho espacio de la ventana. Keaton confesaría que su equipo técnico rezaba en voz alta mientras se filmaba la escena. Todas las acrobacias se preparaban concienzudamente; no obstante, la suerte le jugó malas pasadas en varias oportunidades.

Al rodar Sherlock Jr. (1924) sufrió una fractura de cuello de la cual se percató años después, durante una visita de rutina al médico. Además, por poco escapó de la muerte al filmar Our hospitality (1923), cuando fue arrastrado por la corriente de un río; Keaton nunca detuvo el rodaje. Su derrotero artístico le hizo emprender proyectos más colosales como el largometraje The General (1926), ambientado durante la guerra civil estadounidense. El clímax muestra una escena jamás vista hasta ese entonces en un filme: un puente explota mientras pasa una locomotora. Sin embargo, estar en la cúspide no le salvó de los problemas personales y artísticos. A un fallido matrimonio y al alcoholismo se sumaron restricciones creativas cuando ingresó a la plantilla de la Metro Goldwyn-Mayer en 1928.

El nuevo contrato le prohibió dirigir sus películas y sus escenas peligrosas eran hechas por dobles. Además, para adaptarse a las películas sonoras, hizo dúo con el comediante Jimmy Durante, dueño de una incordiante verborrea que sepultaba el talento de Keaton en la pantalla. El público olvidaría a Keaton, quien continuó filmando nuevas películas que no alcanzaron el éxito económico y artístico de antaño.

Sus apariciones fueron cada vez más puntuales, quizás una de las más memorables fue en Limelight (1952), donde muestra su portentoso talento en una escena junto a Charles Chaplin. Paradójicamente, la película de Chaplin narraba la historia de un artista decadente y alcohólico. Acostumbrado a los golpes físicos, Keaton superó también los embates de la vida y pudo salir de su infierno personal. Entre los años 50 hasta el día de su muerte en 1966, vio parte de su gloria restablecida gracias a su participación en la televisión y al redescubrimiento de su obra por jóvenes actores y directores. Orson Welles, por ejemplo, dijo que The General era el más grandioso filme jamás hecho. Hoy en día, sus filmes se han convertido en clásicos de la comedia muda. Tras casi 100 años, las increí- bles proezas de Buster Keaton, junto a su impertérrita mirada, seguirán hipnotizando a las nuevas generaciones.

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