Rayando a la altura de un ícono de la cultura pop, Tom Wolfe pasó a la historia como el creador de un nuevo tipo de hacer periodismo. Murió a los 88 años

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19 de mayo de 2018, 4:00 AM
19 de mayo de 2018, 4:00 AM

Tom Wolfe falleció el lunes, a los 88 años. Y las alusiones a su figura como el hombre que creó el ‘nuevo periodismo’ fueron inevitables. Y es que si fuera poco afirmar eso (que no es poco), se podría añadir que fue el periodista y escritor que radiografió a la sociedad estadounidense con una pluma innovadora y que escribió un sinfín de ensayos que bucearon en la movida hippie, el arte contemporáneo, las tensiones raciales, la codicia de los tiburones financieros o la cultura pop.

Admirador confeso de George Bush (uno de los aspectos por los que fue más criticado), Wolfe fue un ateo, liberal, dandy, provocador y eterno enamorado de Nueva York, que se indignaba de los autores que no se atrevían a escribir de la Gran Manzana. Entonces lo hizo. En 1987 publicó La hoguera de las vanidades, una novela descarnada que aborda la caída de Sherman McCoy, un típico corredor de bolsa que se ve envuelto en un conflicto tras atropellar a un negro. La obra fue llevada a la pantalla grande por Brian de Palma, con la actuación de Tom Hanks, Bruce Willis y Melanie Griffith.  

Su prosa delirante y aguda, el humor a flor de piel y una capacidad de intuición incomparable para llegar al fondo del alma fueron su marca, fueron la materia de la que estaba hecha su escuela. 

Ha pasado más de medio siglo desde que Wolfe marcó el camino del periodista como auténtico intérprete de los tiempos modernos, como el profesional destinado a imprimir al lenguaje de la no ficción el rigor y la perfección artística hasta entonces reservados a los escritores.
Por ese aspecto tampoco le faltaron detractores, esos que lo describían como ‘demasiado literario para los periodistas y demasiado periodista para los literatos’.

El periodista argentino Federico Bianchini califica esa analogía como absurda, porque considera que no hay gradación de lo literario como tampoco de lo periodístico. “Las herramientas retóricas que se utilizan en una novela son las mismas que se usan en una buena crónica. Lo que cambia es el pacto de lectura con el lector”, afirma Bianchini, que menciona El nuevo periodismo (1976) como el libro de Wolfe que debería leerse en todas las universidades. “Reúne una selección de textos fundamental para todo periodista al que le interese la escritura”, asegura el cronista.

Un libro que causó impacto en Álex Ayala fue Elegidos para la gloria (1988), un trabajo apasionante en el que Wolfe investiga qué pasó realmente en la carrera espacial y quiénes eran sus más directos protagonistas. 

“Creo que el principal aporte de Wolfe, Talese y de otros padres del nuevo periodismo fue en la forma de investigar. Estos autores se convirtieron en la sombra de los protagonistas de sus escritos y comenzaron a pensar sus historias con escenas, diálogos y otras ‘herramientas’ que antes veíamos sobre todo en la literatura”, comenta el periodista boliviano-español, autor de Rigo Mortis. 

Thomas Kennerly Wolfe Jr. nació el 2 de marzo de 1930 en Richmond, Virginia. Estuvo casado desde 1978 con Sheila Berger, la directora artística de la revista Harper's, y tenía dos hijos. Aceptado en la prestigiosa Universidad de Princeton, eligió, no obstante, asistir a la Universidad Washington & Lee para permanecer cerca de sus padres, antes de partir a Yale.  

 Comenzó en el periodismo en Springfield Union, un periódico de Massachusetts, en 1956. Dos años más tarde se unió a The Wa-shington Post como corresponsal en La Habana y luego en la capital estadounidense. En 1962, renunció y se mudó a Nueva York para ser periodista freelance. Fue enviado a California por la revista Esquire para hacer un reportaje sobre los fanáticos de los automóviles que rehacen sus coches.

Entusiasmado por el tema, sufrió el ‘síndrome de la página en blanco’ cuando debía escribir su nota. El jefe de redacción de Esquire le pidió entonces que describiese en una carta lo que vio para utilizar la materia prima. Liberado de su angustia, escribió 49 páginas... y encontró su estilo. Bajo su pluma, el reportaje acabó convirtiéndose en una novela corta: El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron.