El cineasta italiano despertó grandes debates y mucha controversia. Sus obras nunca dejaron indiferente al público, algunas suscitaron polémicas prolongadas, como El último tango en París

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1 de diciembre de 2018, 4:00 AM
1 de diciembre de 2018, 4:00 AM

El lunes falleció Bernardo Bertolucci a los 77 años y el cine le dijo adiós al director italiano más icónico. Y no es una exageración. En Bertolucci se puede encontrar todo el cine italiano. Si rastreamos desde Antes de la revolución y Partner hasta La estrategia de la araña y El conformista encontraremos a Rosselini, Antonioni, Visconti y De Sica, hasta Sergio Leone.

Y, sobre todo, Pasolini, su alma máter. Bertolucci no puede ser más italiano, pero también es un francés de la Nouvelle Vague, desde que llegó a París con 18 años y se coló en la Cinémateca, cuna de los pioneros de una manera de hacer cine narrativa y estéticamente a mediados de siglo.

Nació y creció en la Emilia Romaña partisana (una de las veinte regiones que conforman la República Italiana, que tiene como capital a Bolonia). Allí dio inicio a su recorrido en el oficio cinematográfico como asistente de Pier Paolo Pasolini, que rodaba Accattone (1961). En su primera pelí- cula, La commare secca (1962), Bertolucci asume la visión del director de El Decamerón para desentrañar la muerte de una prostituta buscando la verdad en los más ínfimos suburbios romanos. 

Al poco tiempo adquirió una narrativa propia. En sus retratos de la individualidad y lo colectivo, la temática social quedó indeleble, mostrando la conflictividad entre la burguesía y los radicales aires de cambio que soplaban en el continente en 1960.

Así lo demostró en otras obras como Antes de la revolución (1964), en su versión de El conformista (1970), con la que logró su primera nominación al Óscar, es decir, su primer éxito internacional, o en La estrategia de la araña (1970). Una de las producciones por las que siempre será recordado es aquel monumental díptico de Novecento (1976), ambientado en su región natal para mostrar la tensión social entre las clases trabajadoras y la burguesía de los latifundios en los albores del siglo pasado.

Es, sin duda, una división que queda clara en el primer acto, cuando nacen dos niños de distinto estrato social -uno hijo de terratenientes y otro de labriegos- el mismo día en el que muere Giuseppe Verdi, partidario de la unificación italiana. La historia y amistad de los protagonistas, interpretados en su edad adulta por Robert De Niro y Gérard Depardieu, sirvió a Bertolucci para repasar aquella convulsa Italia, el surgimiento del socialismo, la Gran Guerra o el ascenso y la caída del Fascismo.

Bertolucci no se limitó a explorar el tejido social de aquellos tiempos, sino que se sumergió en las pasiones y en las relaciones entre personas en varios de sus títulos, como El último tango en París (1972), quizá el más conocido y polémico de su filmografía. La cinta retrata la íntima e incluso claustrofóbica historia de pasión entre dos personajes encerrados en un apartamento parisino: Paul, un hombre adulto al que dio vida Marlon Brando, y la joven Jeanne (María Schneider).

El último tango en París logró una enorme popularidad, pese a que fue censurada en países como en la España franquista y también en Italia, donde fue retirada de las salas por orden del Tribunal Supremo y Bertolucci sancionado por ofender al “sentido del pudor”. En un principio, Bertolucci no se atrevía a enviarle el guion a Marlon Brando, en quien había pensado desde el primer momento.

Al final lo hizo, Brando aceptó y el filme fue una de las mejores muestras de cómo representar en pantalla la soledad, la urgencia sexual y la devastación de los sentimientos. Con el paso de los años, la cinta, condenada a la eterna polémica, acabó siendo la sombra de la trayectoria del realizador, ya que derivó en acusaciones de violación por parte de María Schneider. Se refería a la escena de sexo en la que Brando usa mantequilla como lubricante y que, dijo, no constaba en el guion, una acusación negada por Bertolucci y defendida por ella hasta su muerte en 2011. En 2007 Schneider confesó en una entrevista al Daily Mail que se sintió humillada y “un poco violada”.

“Debí llamar a mi agente o tener a un abogado en el rodaje porque no puedes forzar a alguien a hacer algo que no está en el guion, pero yo no lo sabía”, aseguró Schneider, que rodó la película con 19 años.

Nueve años más tarde era el propio Bertolucci el que entonaba el mea culpa. Efectivamente, confesó que la misma mañana del rodaje pactó con Marlon Brando que usara mantequilla y que no le dijeron nada a Schneider. “No quería que fingiese la humillación, quería que la sintiese”, explicó Bertolucci. “Creo que nos odió a mí y a Marlon Brando”, añadió. 

El Óscar

El gran éxito del realizador llegó en 1987, con el estreno de El último emperador, un regreso épico a la historia para retratar al último emperador chino Puyi, que le valió nueve Óscar, entre ellos el de mejor dirección, hasta la fecha el último italiano en conquistarlo.

Tres años después estrenó El cielo protector, una nueva agónica historia de amor en el desierto del Sahara protagonizada por John Malkovich. Y posteriormente llegó otro de sus títulos inolvidables, Pequeño Buda (1993), en el que Bertolucci se adentra en la espiritualidad oriental con un niño estadounidense que se supone la reencarnación de la divinidad, interpretada por Keanu Reeves. Bertolucci concluyó su nó- mina con historias sobre el despertar sexual de la juventud, una constante en su filmografía, como Belleza robada (1996) o, su último trabajo, Tú y yo (2012) y su revisión del Mayo del 68, Soñadores (2003).

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