La representación boliviana obtuvo una buena cosecha en uno  de los eventos cinematográficos de mayor nivel en el continente

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19 de mayo de 2018, 4:00 AM
19 de mayo de 2018, 4:00 AM

Bolivia fue la ganadora de la competencia latinoamericana en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), que se realizó en Argentina. Averno, de Marcos Loayza, fue la mejor película y Algo quema, de Mauricio Ovando, se llevó los premios a mejor director y premio de la prensa y crítica de cine “para apoyar a la industria cinematográfica de ese país”, como dijo la jurado Clarisa Navas antes del acto de premiación. La misma que en la fiesta me dijo: “¡Viva Bolivia!”. Esto me hizo recuerdo el día del estreno de Averno, en el Q&A alguien inició su diálogo con Marcos con un: “Soy fan de Bolivia”.  

Argentina, un país cuya identidad desciende de los barcos llenos de migrantes que escapan de las guerras europeas en el siglo XIX, se vio revitalizada con este concepto latinoamericanista durante el Gobierno progresista de los Kirchner (2003–2015), que despertó esta hermandad y también una añoranza por tener algo que nunca tendrán: identidad originaria. 

Y no es que esté bien o mal, es que es un hecho. Bolivia es eso, exótico, folclórico, colorido, tan lleno siempre de magia. El error radica al momento de entenderlo únicamente como una imagen de postal que, por el multiculturalismo positivo, se deja de cuestionar. 

Averno, al ser una sucesión de diferentes historias localizadas en lo más excéntrico de los mitos y leyendas, fascina con esas figuras de ‘lustras’, diablas, montañas, músicos brindando con muertos en infinitas borracheras. 

Si bien la producción de arte es el detalle que más cautiva, no es una de las mejores historias contadas en esa competencia.
En Algo quema, el director es consciente de que sucede algo importante: las condiciones políticas de un país cuya memoria de las dictaduras es algo que sigue latente; con organizaciones de hijos de genocidas que no se alían con sus progenitores y los denuncian, se crea el perfecto ‘caldo de cultivo’ para el éxito de este filme.  

Quizá no logre lo mismo en Bolivia, pues no podemos hablar de una tendencia de cine-memoria, como sí se puede hacer en Argentina. 
Para entender por qué un jurado internacional pone su foco en Bolivia, hay que salir y despojarse del agobio que nos deja esta larguísima temporada preelectoral y entender que afuera, “Bolivia es el país de la esperanza”. Es inevitable sentir el romanticismo de esta idea, sobre todo quienes habitan el mundo cultural o de las humanidades. Todo pasa por lo político. 

Una otredad
Las formas de mirar los espacios/tiempos varían de acuerdo con lo que nos importa como sociedad. En Argentina se valoran aspectos de la bolivianidad de los cuales nosotros mismos podríamos estar cansados. Pero en el exterior somos una otredad. 

Los premios para Bolivia ya están. ¿Eso está bien o mal?

En todo caso esto nos recuerda que hay más gente fuera del país queriendo que el cine boliviano tenga más apoyo, que las mismas autoridades nacionales que hasta ahora no logran concretar, para empezar, una ley del cine que pueda explotar este potencial que traspasando nuestras fronteras, están ansiosos por conocer.