Los productores alemanes Cathy de Haan y Thomas Loos, el ingeniero de sonido Michael Fawzy y el cineasta boliviano Marcos Loayza hablan de la importancia de la participación estatal y de la necesidad de las escuelas de cine para hacer una película

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5 de noviembre de 2017, 4:00 AM
5 de noviembre de 2017, 4:00 AM

¿Cuán difícil es hacer cine en Alemania? ¿Cómo se hace en Egipto? ¿Cuál es la situación de Bolivia? En el pasado Fenavid estuvieron los productores alemanes Cathy de Haan y Thomas Loos, y el ingeniero de sonido egipcio Michael Fawzy, quienes hablaron de la experiencia de sus respectivos países, en tanto que el experimentado cineasta boliviano Marcos Loayza compartió unas opiniones al respecto posteriormente. 
A la hora de hablar de apoyo económico de Estado hacia el cine de los respectivos países, Alemania parecería un paraíso, a comienzos de año el Gobierno de Angela Merkel incrementó un 55% los fondos cinematográficos, lo que equivale a un monto total de $us 161 millones al año. 

Comparar a veces resulta doloroso, sobre todo si se tiene en cuenta que el Gobierno boliviano no tiene un fondo específico para el cine nacional, es más, hace unas semanas se supo que el Ministerio de Culturas de Wilma Alanoca finalmente no había cumplido este año con el aporte comprometido de $us 25.000 para e l filme Averno, de Marcos Loayza; también incumplió con $us 10.000 para la película Las malcogidas, de Denisse Arancibia. 
Así es difícil para muchos.

Producción estatal
Cathy de Haan mencionó la importancia de los fondos del cine en Alemania, pero no cree en la idea de que sea un paraíso. “Porque cada vez que obtienes dinero de una persona o de un fondo es como un contrato que va contra tu independencia, porque hay condiciones. Incluso hay muchos cineastas ahora en Alemania que prefieren no recibir dinero y trabajar de otra forma”, indicó la productora. 

Su compatriota Thomas Loos agregó que si bien el fondo para el cine germano es fuerte, es cierto que también las producciones tienen un alto costo.  “Considero que no siempre sería necesario quemar tanto dinero en producciones caras, también se podría hacer un tipo de cine mucho más económico”, dijo Loos.
Por su parte, Loayza señaló que para él sí es necesaria la participación de la sociedad en la creación, defensa y preservación de su patrimonio, ya que -afirma el director paceño- la economía boliviana es muy pequeña y su mercado aún más. “Esta participación puede ser en cualquier estamento del Estado: central, gobernaciones, o alcaldías, y también de una participación conjunta con la empresa privada, asimismo de la participación exclusiva del sector privado. A medida que se desarrolle el cine, será más atractiva su participación, como imagen, posicionamiento, prestigio y publicidad”, recalcó Loayza. 

Michael Fawzy respaldó la idea de Loos sobre tener una buena historia para contar y después ir buscando las condiciones para tener una película que no demande mucho presupuesto. “Si tienes algo realmente importante que contar a la gente lo vas a hacer”, expuso Fawzy, quien contó que en su país ganó un fondo para documentales que equivalía a $us 1.000, y con solamente eso hizo su trabajo.

 
Loayza respondió que al hablar de “filmes de bajo presupuesto” en Bolivia habría que determinar qué quiere decir ‘bajo presupuesto’ en la escala nacional. “En general, casi todas las producciones de bajo presupuesto, exceptuando un par de películas que han sobrepasado más de $us 1 millón, todas están por debajo de los $us 500.000. Y además hay películas de más bajo presupuesto. Creo que más del 70 % de lo que se produce está  por debajo de los $us 60.000”, comentó el director de Cuestión de fe. 

Para de Haan y Loos, lo importante a la hora de producir una película es tener una red de contactos con profesionales, con empresas. “En Alemania hay muchos cineastas que trabajan de esa manera, renunciando a los fondos de fomento oficiales que hay y tejiendo una red de contactos entre ellos”, dijo de Haan, y agregó que los festivales como el Fenavid son importantes para esta situación.
 
La productora y docente de cine también aconsejó aprender a buscar financiamiento en fuentes no tradicionales. “Por ejemplo, si tu película toca el tema de la mujer ¿Por qué no buscar fundaciones que trabajen con ellas? Lo mismo el caso de películas que trabajen con el tema del ambiente”, agregó de Haan. 
Sobre el micromecenazgo (crowdfunding), en el que personas de todo el mundo pueden aportar económicamente para una película, Loos dijo que eso funciona muchas veces si la película no apunta a un solo sector. “Nosotros, para nuestro filme sobre el punk lanzamos una campaña de crowdfunding, pero como el público es punk, no dio mucha plata”, contó Loos. 

Escuela de cine
Ninguna universidad de Bolivia tiene una carrera de cine, tampoco hay una escuela superior de cine, aunque en los últimos años han habido proyectos como talleres de cine que dieron sus frutos, por ejemplo, Casa Espejo de La Paz, de donde surgió el documental Nana, de Luciana Decker.

“(Una escuela de cine) es necesaria porque de alguna manera estamos en una era audiovisual, dejamos atrás la era Gutenberg”, dijo Loayza, aunque no cree que esta ausencia educativa sea determinante a la hora de producir películas. “La falta de academia es posible que limite en algo la producción nacional, pero creo que eso no es lo fundamental, sino la falta de incentivo y fomento a la producción audiovisual de parte de la sociedad en todo su conjunto”, señaló Loayza. 

Michael Fawzy recordó que en su caso, él vive en Alejandría, la segunda ciudad más grande de Egipto, y sin embargo tampoco hay escuela de cine allí (aunque sí en El Cairo, la capital). “Pero sí hay mucha gente que tiene un entusiasmo muy marcado por el ámbito del cine”, dijo el ingeniero de sonido, y agregó: “Si una persona quiere realmente aprender del cine o de otros rubros siempre va a encontrar la forma de hacerlo. Lo puede hacer online o puede asistir a talleres de formación, todo eso, lo importante es que uno quiera”.

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