Los presidenciables que puntean en las encuestas quieren acercarse a la gente. El mero programa ya no parece suficiente. En los albores de la lucha política, ya se atisban algunas estrategias de lucha

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1 de abril de 2019, 8:00 AM
1 de abril de 2019, 8:00 AM

Dos meses después de las elecciones primarias, los postulantes habilitados para las generales del 20 de octubre, muestran sus primeras cartas para tratar de adueñarse de la preferencia del electorado. Si entre las ‘caras conocidas’, los partidos y alianzas con mayor trayectoria en el país, hay un común denominador, ese es tratar de acercarse al pueblo para hacerlo sentir partícipe de su proyecto. Es como si ahora una propuesta desde la tarima no bastara para convencer al electorado.

Así, por ejemplo, un intelectual como Carlos Mesa (presidenciable de Comunidad Ciudadana) se deja ver cosechando papas o reniega de la tarima para permanecer entre la gente en un acto de proclamación. Óscar Ortiz (Bolivia Dice No), que viene del mundo empresarial, que fue gerente de Cainco, come en mercados y se reúne con gente de barrio. Víctor Hugo Cárdenas (UCS), busca asegurar el voto cristiano y usa sus noches para reunirse con diversos grupos de los que recoge propuestas para alimentar su programa. Jaime Paz Zamora (PDC) va a caballo de su planteamiento de federalización del país y quiere despertar a los viejos militantes del MIR. El grupo lo completa Evo Morales (MAS), que se toma en serio la disputa del poder y busca reunirse con gremios de todo tipo, con una alianza cada vez más marcada con el empresariado cruceño.

¿De qué hablan?

Hasta el momento, Mesa parece presentarse como un buen administrador de lo hecho por Evo Morales. En el acto del viernes en El Alto, lo dejó entrever. “Hemos vivido transformaciones positivas, de movilidad social, de reducción de la desigualdad. No he elegido ser candidato para hablar mal de Evo Morales, he venido para hacer una Bolivia mejor”, dijo. Cuando explicó qué significaba eso, comenzó por decir lo que no hará: “No voy a suprimir los bonos, no voy a hacer ninguna privatización, no se me ha pasado por la cabeza; no voy a fomentar el retorno de los viejos partidos políticos ni de los dinosaurios de la política. No es la mejor Bolivia la que nos están dejando, una mejor Bolivia es menos corrupta, más positiva, con más seguridad, con menos narcotráfico”, dijo.

Evo Morales, por su parte, repica sobre el mismo punto: reducción de la extrema pobreza al 5%. A eso se suman los miedos. Mientras el Ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, pide a los indígenas de Collana que no escuchen a la oposición, diversas voces del oficialismo dicen que cambiar de presidente sería un retroceso, que volverían las privatizaciones, se acabarían las políticas redistributivas (bonos, aumentos salariales, dobles aguinaldos) y trata de mostrar renovación a través de figuras millennials como la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, o el ministro de Comunicación, Manuel Canelas.

A eso le suma una apertura a los no masistas. El vicepresidente Álvaro García Linera pidió el sábado la posibilidad de escuchar a los no masistas, a incluir la visión no sindicalista o gremial en la agenda del bicentenario.

Ortiz, por su parte, parece tener un plan que viene de larga data. Antes de entrar en las propuestas trabaja en su perfil. Durante la última legislatura se caracterizó por la fiscalización de la corrupción y ahora trata de mostrarse casi como el Mesa de 2002: el incorruptible. No solo dice que no tiene cola que le pisen (lo repitió durante toda la semana), sino que asegura que el Gobierno lo ha investigado varias veces sin encontrar nada.

Cárdenas, por su parte, está en el lado más conservador del espectro político actual. En las redes sociales se muestra como el candidato que salvará a Bolivia de la Ideología de Género, marcha con lo provida (antiaborto legal, seguro y gratuito) y quiere armar a las mujeres para acabar con la violencia de género.

Paz Zamora tiene las propuestas estructuralmente más radicales. Habla de volver al país federal y poner a la salud y la educación como los mayores gastos del Estado, además de apoyarse en lo que hizo durante su Gobierno, entre 1989 y 1993. Daniel Valverde, director del Observatorio Político Nacional de la UAGRM, considera que las propuestas actuales reflejan una agenda dispersa de temas, que rondan entre la improvisación y los ataques personales.

¿Quién contra quién?

Mientras Cárdenas y Paz Zamora concentran todo su arsenal en criticar a Evo Morales y a sus acciones, entre los tres candidatos con mayor intención de voto en las encuestas parece haber más competencia por quién es el segundo, que por atacar al actual gobernante.

Esta semana, con balas ‘facilitadas’ por el oficialismo, los diputados Rafael Quispe y Wilson Santamaría, nuevos aliados de Ortiz, atacaron a Mesa por el presupuesto que dispuso como vocero de la demanda marítima. A ese ataque se sumó Ortiz, destacando lo poco que aparece Mesa en público (“La unidad no se construye desde un sofá y por Twitter”) y Mesa respondió con un juicio contra los diputados. El Gobierno también carga contra Mesa de tres formas.

La primera es más sostenida y la encarna el ministro Canelas, cuando lo cuestiona por no tener programa de Gobierno o una propuesta de país. La segunda es otorgándole los informes sobre la demanda marítima a sus contrincantes (hasta hace poco eran confidenciales) y la tercera es denunciando los posibles pecados de sus aliados, como la denuncia de supuesta corrupción de un concejal de Sol.bo.

Por ello, Valverde se pregunta si la aspiración mayor de los opositores es saber quién será segundo. “Ningún candidato se ha preocupado por mostrar que hay después del Estado plurinacional o cual el modelo económico supletorio del actual, entre otros temas de relevancia para la sociedad”, observa Daniel Valverde.

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