Las devaluaciones del peso y el real abaratan los productos de los vecinos. Los comerciantes nacionales aprovechan el contexto para comprar mercadería e ingresarla ilegalmente al país a bajo costo

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2 de diciembre de 2018, 3:00 AM
2 de diciembre de 2018, 3:00 AM

María, mulata de 53 años, rizos plateados y figura voluptuosa, tiene bien practicado su español: “Buenas tardes amigo, lleva las Ipanemas, están baratas”, dice mientras ofrece su producto a 15 reales (Bs 27) en su puesto en la calle Delamere, en la fronteriza ciudad de Corumbá.

Vendedora con años de experiencia, no acepta un no como respuesta. Ante una negativa hace otra oferta tentadora. “Compra a 10 reales (18) la docena para revender allá (en Bolivia)”. “Acá vienen muchos bolivianos, son mis mejores clientes”, afirma.

La crisis brasileña, expresada en la devaluación de su moneda, ha hecho que varios comerciantes bolivianos crucen el paso fronterizo con Bolivia a Corumbá. Allí, aprovechando el tipo de cambio, (1 real está a Bs 1,8) compran ropa, alimentos y bebidas a bajo costo, que luego revenden en el país. Lo mismo pasa en la zona fronteriza con Argentina.

El ingreso de mercadería al país incluso burla el control de las autoridades, que admiten que es muy difícil exterminar el contrabando. La Aduana Regional de Santa Cruz realizó 387 operativos hasta la fecha, tanto en Abapó como en Pailón, zonas por donde ingresan productos argentinos y brasileños a la capital oriental.

Frontera argentina

El ingreso masivo de cajas de pan dulce (panetón), budines, sidras y cerveza de la marca Quilmes, por el paso limítrofe con Argentina, Bermejo-Aguas Blancas, a través del contrabando ‘hormiga’, es una práctica que no se oculta en esta zona. Se ha convertido en una práctica ‘normal’.

Más de un centenar de bagalleros transporta, en pequeños carros, la mercadería desde los almacenes en la localidad argentina hasta la orilla del río.

EL DEBER constató que allí se carga en las barcazas para después cruzar por el afluente y llegar a territorio boliviano, donde se descarga y sube de inmediato a varios vehículos.

Cada caja de pan dulce tiene un costo de 400 pesos argentinos (equivale a Bs 62), de budines en 200 pesos (Bs 38), la de sidra del Valle, ya sea de sabor ananá o fresa, en 240 pesos (Bs 41) y de cerveza Quilmes, de 12 botellas, se vende a 640 pesos (Bs 115), en función del tipo de cambio, que se cotiza entre 18 y 19 bolivianos por cada 100 pesos argentinos.

Estos productos inundaron los mercados de abasto de la ciudad de Tarija y otros lugares del país. Mario Cuenca es un bagallero que lleva años en esta actividad. Explicó que lunes y viernes son los días más intensos debido a la feria en Aguas Blancas (Argentina).

Al presidente de la Cámara de Industria, Comercio y Servicios de Tarija (Caincotar), Gerardo Aparicio, esta situación le preocupa, debido a que el ingreso de mercadería argentina se intensifica por fin de año, debido a la devaluación de su moneda.

“Estamos inundados de mercadería. No solo es por Bermejo, sino Yacuiba, Mecoya, donde hace poco se instaló un puesto de control, y Villazón (Potosí)”, afirmó.

El empresario dijo que solicitarán una reunión para la semana con ejecutivos de la Aduana Nacional de Bolivia (ANB), a fin de pedirles que se activen acciones de mayor control.

Frontera con Brasil

En pleno hito que separa Bolivia de Brasil, a ocho kilómetros de Corumbá, Rubén, un hombre alto de barriga pronunciada, de unos 45 años y lentes oscuros, parquea su vehículo con el que trabaja de taxi en las afueras de Puerto Quijarro. Él, casi toda su vida, trabajó en esa región y se jacta de conocer las diferentes ‘técnicas’ que emplean los comerciantes para ingresar productos de contrabando.

La forma más común es el microtráfico de productos (contrabando hormiga). La gente ingresa a Corumbá, donde el comercio es la principal actividad, para comprar productos básicos al por mayor y luego revenderlos. Otros más osados usan las flotas, en donde ingresan la mercadería en maletas o bultos que llegan hasta Santa Cruz.

También se usan taxis, tipo Noha, que van y vienen a Brasil. La mayoría realiza este trabajo de noche, aprovechando la oscuridad, que se transforma en su cómplice. “Hay muchos caminos para meter. Pero ahora todo (el comercio) está muerto”, dice el hombre, mientras se ajusta las gafas.

La mayoría de los comerciantes ingresa productos alimenticios como arroz, aceite, enlatados y bebidas que tienen un costo de hasta un 30% menor con relación a los productos nacionales. Por ejemplo, una bolsa de arroz de cinco kilos de producción nacional está en el mercado a Bs 35, pero el mismo producto, brasilero, está a Bs 22.

Sin bien todos en Puerto Quijarro saben del ingreso constante de mercadería brasileña, también observan que el flujo comercial disminuyó bastante. Señalan que cuando el real se cotizaba a Bs 4, predominaba el portugués en la feria y en las tiendas comerciales asentadas en ese municipio.

Control aduanero

William Castillo, director de la Aduana Regional Santa Cruz, señaló que se han reforzado los controles en puntos que se transforman en los ‘cuellos de botella’ del contrabando. Estos controles se han focalizado en Abapó, por donde se controla el ingreso de mercadería proveniente de Argentina y Paraguay, y en Pailón. En este último se inspeccionan todos los vehículos que llegan desde la zona fronteriza con Brasil, que se extiende por municipios de San Matías, la localidad de San Vicente y Puerto Quijarro.

“Estamos instalados ahí las 24 horas, tenemos cámaras de seguridad y los equipos necesarios, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, para realizar la incautación de los productos”, agregó Castillo.

Sostuvo que incluso detienen vehículos pequeños y minibuses que son usados para ese ilícito. Incluso, según el funcionario, existe un campamento en la zona de Yacuses donde la Aduana tiene equipos y personal.

En los diferentes operativos que se realizan, señaló, se incautan bebidas alcohólicas, comestibles, cigarrillos (que vienen de Paraguay), ropa y calzados.

Sin embargo, pese a la mejora en los controles aduaneros, el funcionario admitió que enfrentan dificultades, en especial con Brasil, debido a que existe una frontera de unos 3.400 km. “La frontera es amplia, pero vamos a hacer controles más minuciosos”, prometió Castillo.