Merodean los espacios donde hay fragilidad en el control estatal de los tres países para intentar tomar posesión de las zonas y, a punta de bala, conseguir recursos para financiar sus actividades ilícitas

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8 de julio de 2019, 7:00 AM
8 de julio de 2019, 7:00 AM

Estéfano vende algunos peces que ha sacado del río Acre. Está descalzo, con un short despintado y una polera vieja, habla ‘portuñol’ y ofrece con prontitud, y asegurando que están a buen precio, un sábalo y un surubí, “recién sacados”, afirma.

Él está junto a su esposa, sus hijos y un amigo, todos brasileños, cortando las cabezas y descamando algunos de los ejemplares que pescó durante un recorrido nocturno a lo largo del río Acre.

“Aquí todo parece tranquilo, pero hay gente mala, principalmente narcos, ‘bichos’, que utilizan esta zona para realizar sus fechorías”, explica Estéfano, cuando se le pregunta sobre el movimiento de la zona en la que EL DEBER estuvo en semanas pasadas.

Luego y apuntando hacia la otra banda del río, muestra lo que ya es territorio boliviano (San Pedro de Bolpebra) y dice que gran parte de ese sector ahora está siendo usado por los delincuentes peruanos, brasileños y bolivianos para cruzar, sin ningún control, múltiples objetos robados y droga.

“Alguna vez los hemos encontrado, armados con ametralladoras y con otro tipo de armas en el río, pero no hacemos nada porque nos pueden ‘assassinar’ sin piedad”, concluye el hombre, que pide mirar las fotografías que le tomamos y sonríe al verse retratado junto al pez que vendió.

Este pintoresco escenario tiene el final del día en Asis, la población brasileña que junto a Iñanpari (Perú) y San Pedro de Bolpebra (Bolivia) son parte de la triple frontera, un espacio que está alejado de todo y al que la mirada de vigilancia de las autoridades ha comenzado a posarse desde que los grupos armados de los cárteles narcos de Brasil comenzaron a asaltar, violar, matar, robar y traficar, en el sentido más amplio de la palabra, a generar zozobra entre los habitantes de esta región tripartita que piden mayor control a sus autoridades.

Un ejemplo de que los delincuentes y las facciones de los cárteles como el Comando Vermelho y el Primer Comando Capital (PCC) han visto en esta frontera tripartita un espacio para actuar, es el asalto a la capitanía Bruno Racua, que está en nuestro territorio, en junio de 2018. Aquella vez se llevaron armamento y municiones de los militares, pero lo que en principio de este año se descubrió, es que los delincuentes utilizaron este material bélico para tomar control de Puerto Maldonado (Perú).

Así lo confirmaron las autoridades policiales peruanas, en una reunión tripartita realizada en Iñanpari (Perú) a mediados del mes pasado. Allí estuvo EL DEBER y conoció que los asaltantes de Bruno Racua, delincuentes brasileños, luego del ataque fueron hasta Puerto Maldonado para tomar control del municipio a punta de asesinatos y atracos.

“Pintaron las iniciales CV, de Comando Vermelho, en la ciudad para hacer creer que este cártel había llegado a la ciudad. Empezaron a extorsionar a los dueños de los negocios y hubo varios crímenes porque no pagaban lo que ellos pedían por el control. Hubo asaltos y varios sicariatos, hasta que se declaró al lugar en estado de emergencia y comenzaron a caer los cabecillas de esta organización criminal”, explicó el jefe del Departamento de Investigación Criminal (Divincri) del departamento Madre de Dios, Manuel Morillo.

Sin embargo, Morillo dijo que luego de la detención de los cabecillas de la organización criminal, se pudo constatar que en realidad no eran parte del Comando Vermelho, sino un grupo de 25 delincuentes que pretendían conformar un cártel propio por lo que usaron las armas del cuartel boliviano, las iniciales del grupo brasileño y se asentaron en una población fronteriza peruana.

 

La droga pasa en vehículos

El director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn) en Cobija, Marcelo Villarroel, dijo que en las tareas de interdicción que se han venido realizado en el país se constató que los narcotraficantes utilizan los motorizados de alto tonelaje para esconder allí sus cargamentos ilícitos y pasar hacia Brasil, muchas veces desde Perú.

La información fue confirmada por sus pares peruanos, que recordaron que en los últimos meses se han venido deteniendo a varios buses con ‘caletas’ escondidas, en las que llevan la mercancía ilícita. Incluso las autoridades de Perú, explicaron que en Puerto Maldonado se había detectado la presencia de varios clanes familiares de narcotraficantes, que estaban siendo detenidos y que recibían la droga para el microtráfico en la zona.

Una de las falencias que reconocieron ambos países, es la falta de tecnología para controlar mejor los cruces de estos rodados por esta triple frontera.