El periódico Clarín, de Argentina, recoge la historia de la boliviana que mandó a matar a su madre y hermano por codicia. El caso se resolvió esta semana en ese país con el arresto de la homicida

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2 de febrero de 2019, 8:44 AM
2 de febrero de 2019, 8:44 AM

A 35 kilómetros de Tarija, en el sector Volcán del Horno de la comunidad de Santa Ana, la familia Galean Portal tenía un terreno de 90 hectáreas en el que criaban a una decena de vacas, le daban pastoreo a unas cuantas cabras y sembraban cerca de dos hectáreas. Tenían todo lo que necesitaban menos el título de propiedad.

En la casa vivía Genaro Galean Portal (35) y su madre Hilaria Portal (71 años). Ambos tenían problemas visuales, el uno por una enfermedad conocida como baja visión y ella por edad.

El 27 de mayo de 2017 habían hecho una cena especial por el Día de la Madre. Junto a ellos estaba un hermano de Genaro, Silverio Galean Portal (38), que era ciego. Otro de los hermanos que vivía allí, Ángel Galean Portal (40, también ciego), no había logrado volver de un viaje de negocios a Potosí y faltaba en la mesa.

Después de la cena, estaban todos en cama rodeados de silencio y tranquilidad. Pero la noche no sería toda así.

"Cerca de la medianoche, los perros empezaron a ladrar con desconfianza. Era el único ruido previsible ante algo imprevisto. Genaro se despertó antes que el resto. Prestó atención y evaluó que podía ser otro animal el que estaba provocando el concierto de ladridos. Quizás alguno se había alejado del rebaño. Quizás alguno se había perdido. Esperó un rato, pero como el coro perruno no se tranquilizaba decidió enfrentar la inquietud. Se levantó de la cama, caminó hasta la puerta y la abrió para tratar de adivinar lo que ocurría", señala el diario argentino  Clarín que recoge la historia del crimen.

No eran animales los que provocaban a los perros. Eran asesinos. -¡Esto es un atraco!, escuchó. Y, enseguida, un estampido.

El balazo le dio en la cara, en el costado izquierdo de la mandíbula, y lo derribó. Quedó consciente, lo cual lo condenó a escuchar todo lo que siguió. Cada disparo y cada grito.

Los perros seguían ladrando, señal de que un segundo hombre esperaba afuera. Genaro oyó cómo el que le había disparado iba hacia la habitación de Hilaria y la ejecutaba. Cómo iba hasta la de Silverio y lo fusilaba. Y cómo pasó al cuarto de Ángel para hacer lo mismo, pero se ahorró la bala: el hombre se salvó por su demora en regresar de Potosí.

Los asesinos huyeron sin llevarse ni los celulares ni la computadora portátil de Silverio, que lo había ayudado a recibirse de Administrador de Empresas aún con la dificultad de ser no vidente. No, no era un atraco.

Genaro logró alcanzar su celular, se comunicó con una prima en Tarija y luego de que llegó la Policía, fue internado en el hospital San Juan de Dios.

Las sospechas sobre lo que había ocurrido empezaban a hacerse certezas en los investigadores, que esperaban la recuperación de Genaro para interrogarlo y convertir en pruebas lo que su hermano Ángel les venía anticipando: que no estaban ante un doble homicidio sino ante un parricidio y fratricidio.

Había alguien de su familia que no se había siquiera acercado a Tarija tras el ataque. Alguien con quien se había abierto un conflicto muy fuerte en los meses previos. Era la hija mayor de Hilaria, la hermana de Genaro, Silverio y Ángel: Guadalupe Galean Portal (45).

La Justicia primero la citó como testigo. Pero no apareció. Luego la convirtió en sospechosa, cuando Genaro pudo por fin declarar y confirmar que se había tratado de un ataque destinado a matarlos a todos, incluso a Ángel.

El diario Clarín entrevistó a Ángel y cita su testimonio:

“Ella no tenía buena relación con mi padre. Siempre fue rebelde. No le gustaba el campo, no le gustaba vivir en la casa. A los 16 años se fue a vivir a Santa Cruz, después fue para otro lado y en el 97, cuando tenía 23 años, se fue a vivir a la Argentina con un amigo”, explica. “Pero siempre volvía. Cuando mi padre enfermó y murió, en 2012, volvió, pero después se fue. Le gustaban los bailes, la diversión, y nunca pensó en la formación”, recuerda. “Mis hermanos y yo hemos estudiado a pesar de la discapacidad, porque sabíamos que iba a ser difícil la vida. Pero ella no quiso”, apunta.

Cada fin de año, Guadalupe volvía a Tarija para pasar las fiestas pero en 2016 viajó  en junio y con otro objetivo. En ese entonces, se había empezado a regularizar el terreno de su familia. “Queríamos que los registraran a nombre de mi madre y de todos los hermanos. Pero ella no quiso. Se presentó a reclamar los terrenos, diciendo que nosotros teníamos discapacidades y que mi mamá tenía que ir a un asilo”, acusa Ángel.

El conflicto creció y la familia quedó envuelta en cinco audiencias de conciliación, donde no conciliaron nada. “Ella se puso muy agresiva, le quiso pelear a la mamá... Y le dijo a mi hermano que lo iba a matar”.

En enero de 2017, sin avances en la disputa, Guadalupe regresó a La Plata, ciudad argentina en la que vivía. Su familia en Tarija no volvió a verla, pese a que Ángel luego se enteró de que había regresado en abril de 2017, un mes antes del ataque.

La Justicia esperó el testimonio de Genaro y, a fines de 2017 declaró “rebelde” a Guadalupe. Recién el 5 de octubre de 2018 pidió su captura a Interpol. Así empezó una búsqueda que esta semana condujo a la Policía Federal Argentina hasta la localidad de Etcheverry, en La Plata.

A las 14.20 del 30 de enero, la División Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones de la Federal localizó a la sospechosa y la arrestó. En los próximos días, Guadalupe Galean Portal será deportada a Bolivia, como sospechosa de ser la autora intelectual de los crímenes.