El presidente retocó su vestuario, su discurso y busca incluir nuevos elementos en su plan de Gobierno a largo plazo. En la oposición ven desesperación y los analistas, un ajuste ante la baja de popularidad

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14 de febrero de 2018, 7:07 AM
14 de febrero de 2018, 7:07 AM

De pronto y sin previo aviso, las fotografías del presidente Evo Morales comenzaron a cambiar. La imagen del hombre hablando micrófono en mano desde una tarima, rodeado de cabecitas sin rostros y un bosque de banderas azules, fueron sustituidas por tomas más terrenales, de un Evo Morales que se deja abrazar por los niños, que trata de consolar a mujeres que lloran su tragedia, que toma el azadón para abrir una canaleta inútil en medio del barro. La ropa también cambió. Ya no aparece por todos lados con esa especie de uniforme presidencial: la chaqueta militar o asiática con toques andinos, la chamarra de tonos café con los soles tihuanacota o las camisas blancas. El presidente volvió a la campera de corderoy proletaria, de esas que se pueden comprar en cualquier mercado. Volvieron las camisas a cuadritos, aunque más estilizadas, del tiempo de candidato. 


El discurso también sonaba distinto. Ya no era solo el hombre tratando de demostrar ante la Asamblea Legislativa que nadie había hecho tanto como él en la historia del país, era un hombre compartiendo el mérito, agradeciendo y hablando de unidad. Ese mensaje venía desde antes, pero había pasado desapercibido porque se había quedado en un logo. Se lo puede rastrear hasta el 18 de diciembre de 2017, en la concentración de Cochabamba con la que festejó los 12 años de victoria electoral. Allí apareció por primera vez el Evo MAS futuro, un logo de campaña que ahora unifica la comunicación gubernamental.


Con los días, esa imagen se convirtió en la dirección de la fanpage de Facebook del mandatario,  pero además se escuchó a un Morales más abierto, a un hombre que ya no cree que la Agenda 2025 está escrita en piedra y que ahora habla de “incluir las aspiraciones de las nuevas clases medias”.  Es como si a partir del 22 de enero hubiera ensayado un golpe de timón, como si los desafíos para el futuro que marcó en su discurso fueran la nueva brújula. Eso sí, a veces en el discurso  vuelve el tono amenazante, como en Tupiza, donde en medio de la inundación reclamó la falta de acompañamiento electoral. Tampoco fue leído como señal de cambio la ratificación de casi todo su gabinete, justo cuando hablaba de nuevos desafíos. 

 

Estrategia y estratagema
Al parecer, estos cambios no son percibidos por la clase política del país. La ministra de comunicación, Gísela López, asegura que el presidente es el mismo hombre de siempre, asegura que se ha relacionado de la misma forma con la gente durante todo su mandato y tiene la campera de corderoy desde hace años. 


Hugo Siles, viceministro d e Autonomías, asegura que Morales es bastante espontáneo, que nunca ha tenido que fingir nada y que incluso después de los partidos de fútbol se queda a compartir con la gente, que eso de llegar directo a la tarima, hablar, bajarse de ella y subirse una vagoneta que lo lleva al avión o al helicóptero sin contacto con la gente, se debe a su recargada agenda y su obsesión con la puntualidad, no a que haya estado alejado de la gente. 


Tampoco en la oposición habían notado cambios. Arturo Murillo, senador de UD, cree si estos cambios se han dado es seguramente porque Evo Morales se ha dado cuenta que ya no lo quieren. Supone que es por las últimas encuestas que muestran un descenso de su aceptación de gestión e intención de votos, pero no cree que recupere popularidad si está “challando palacios, aviones y helicópteros mientras los damnificados tratan de recuperar algo de sus casas inundadas”. 

 

Punto de mira
Más claro lo ven los analistas políticos. Franz Flores, doctorante en ciencias políticas, observa que Morales está haciendo serios esfuerzos para reconectarse con la gente. Por ejemplo, ha dado casi por hecho que habrá doble aguinaldo en febrero y aceptó negociar con los médicos, cuando estaba acostumbrado a no negociar ni a ceder. Advierte un clima de división dentro de su mismo Gobierno, con mensajes distintos que emanaban desde los ministerios de Salud y Gobierno o desde la misma cabeza la Cámara de Diputados. 


El analista Gustavo Pedraza ya había notado una bajada de beligerancia en el discurso presidencial, que se ha vuelto más conciliador. También ha observado un intento de volver a su núcleo, a sus orígenes, mostrándose más cercano a la gente. Cree que el Gobierno se ha dado cuenta de que están en un momento crítico -tal vez el peor desde que Morales accedió a la Presidencia- que la política de excesivo endiosamiento de la figura del mandatario lo alejó de la población y que esta estrategia trata de volverlo terrenal de nuevo. Para él, la principal contra será la falta de credibilidad de algunos sectores de la población en el presidente.


Otro politólogo, Armando Ortuño, observa que no solo el discurso cambió el 22 de enero, sino también el formato. Fue más corto. Duró menos de dos horas en lugar de las cuatro o cinco ya habituales, y si bien enfatizó en los logros y los agradecimientos, también planteó desafíos de futuro. Ahí es donde Ortuño pone la mira. Cree que Evo Morales está tratando de establecer un nuevo clivaje entre un Gobierno que tiene un programa y una propuesta, contra una oposición que aún carece de plan. 


En su opinión, la comunicación presidencial recién ha tomado conciencia que 12 años en el poder, inexorablemente, alejan al gobernante del pueblo y que, sumado a la poca predisposición de presidente a escuchar a estrategas comunicacionales, han configurado un desgaste en la comunicación gubernamental. Cree que ahora está tratando de ser revertido con un énfasis en el futuro. 


Sin embargo, lo que queda por ver, según Ortuño, es hasta dónde la sociedad confía en esta nueva narrativa, si este relanzamiento con cercanía, obra y discurso de futuro es suficiente para recuperar el favor del pueblo, que mira con desconfianza. 

Contrastes

Estructura gubernamental
Evo Morales dispone de la estructura del Gobierno para reposicionar su mensaje. Va por dos vías: un presidente más humano y un proyecto de futuro que se abre otra vez a escuchar a la sociedad.


Lo que se viene
Ya está anunciado que se revisará la agenda 2025 para incluir “los anhelos de la nueva clase media”. Además, se pueden flexibilizar las condiciones de acceso a recursos para los gobiernos subnacionales, sobre todo las gobernaciones. 


Molestia canalizada
La “nueva oposición”, como la llama Pedraza, está en las plataformas ciudadanas, es un archipiélago de organizaciones que utiliza cualquier tipo de organización social -clubes de motoqueros, expromociones de colegios, asociaciones de padres- para llevar a la gente a las calles. Ha demostrado que es capaz de organizar paros con mayor efectividad que la COB y que los propios comités cívicos, que hoy dependen de ellas.