La polémica política de separación de familias inmigrantes, que Donald Trump acaba de revertir, tiene precedentes históricos igual de controvertidos.

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23 de junio de 2018, 10:49 AM
23 de junio de 2018, 10:49 AM
Protesta en México contra la política de EE.UU. de separar a familias inmigrantes.
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La
política estadounidense de separar a los niños de sus padres causó protestas en todo el mundo, como esta en México.

En las últimas semanas causó enorme indignación mundial la política migratoria de Estados Unidos de separar a niños de sus padres cuando estos intentaban pedir asilo o ingresar de forma ilegal a ese país.

Si bien el pasado 20 de junio el presidente Donald Trump sorprendió al revocar esa política de su gobierno, continúa el enojo y la preocupación por la situación de unos 2.300 menores que siguen alejados de sus padres.

Pero aunque muchos críticos han resaltado que estas medidas no tienen paralelo en la historia de EE.UU., lo cierto es que no es la primera vez que el gobierno estadounidense separa a familias.

Así lo destacó el African American Research Collaborative, un thinktank afroamericano, que a través de Twitter resaltó al menos dos períodos más durante los cuales se tomaron medidas similares.

"Hasta 1865 se arrancó a los niños afroamericanos de sus padres", aseguró en un post a finales de mayo, en referencia a los años de esclavitud.

"Desde la década de 1870 hasta la década de 1970, se arrancó a los niños indígenas de sus padres", agregó.

El diario The Washington Post se hizo eco de la denuncia y publicó un artículo detallando cómo y por qué se realizaron ambas prácticas.

Vendidos al mejor postor

En su nota, titulada "´Bárbaro´: la cruel historia de Estados Unidos de separar a los niños de sus padres", el diario incluyó documentos históricos que describen con espantoso detalle cómo se arrancaba a bebés de sus madres, cuando ellas o sus hijos eran vendidos como esclavos.

Un remate de esclavos
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Muchas
madres y padres fueron separados de sus hijos por los comerciantes de esclavos.

"Los padres y madres esclavizados vivían con el temor constante de que ellos o sus hijos pudieran ser vendidos", contó el Post.

Algunos desgarradores testimonios de esclavos que padecieron o presenciaron estas separaciones forzosas están incluidos en una muestra llamada "El tiempo de llanto", en el Museo de Historia y Cultura Afroamericana del Instituto Smithsoniano, en Washington.

Uno de esos testimonios es el de Henry Bibb, un exesclavo que relató el momento en que una mujer era azotada para forzarla a entregar a su bebé.

"El niño fue arrancado de los brazos de su madre en medio de los gritos más desgarradores de la madre y el niño, por un lado, y las resentidas groserías y los crueles latigazos de los tiranos, por el otro", contó en 1849.

Muchos años después, en 1938, otra testigo de un remate de esclavos, Susan Hamilton, también contaría cómo "día y noche podías oír a hombres y mujeres gritando... mamá, papá, hermano, hermana".

"La gente se vivía muriendo por tener el corazón roto", relató.

Muchas familias de esclavos se escaparon para evitar ser separados pero la pena, en caso de ser atrapados por cazadores de esclavos, era severa y podía incluir la muerte.

Internados indígenas

Tras la abolición de la esclavitud, EE.UU. volvió a adoptar una política oficial de separación de familias: a finales del siglo XIX empezó a obligar a los niños indígenas a internarse en escuelas administradas por el gobierno o la iglesia.

Niñas de la tribu Omaha obligadas a asistir a la escuela Carlisle en Pensilvania.
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Niñas de la tribu Omaha obligadas a asistir a la escuela Carlisle en Pensilvania.

Según el diario Chicago Tribune se establecieron unos 150 internados indígenas en todo el país.

"Los funcionarios hicieron que los niños nativos se cortaran el pelo y prohibieron todos los idiomas indígenas. Obligaron a los niños a adoptar el cristianismo e intentaron ´americanizarlos´ enseñándoles las costumbres y la historia de los blancos", señaló el medio en un artículo publicado esta semana.

El fundador de uno de estos internados, el capitán Richard Pratt, explicó con toda claridad su objetivo: "Matar al indio y salvar al hombre".

Según el Museo del Nativo Americano del Instituto Smithsoniano, miles de niños indígenas fueron separados forzosamente de sus padres para asistir a estas escuelas.

Aunque algunos intentaron rebelarse, incluso quemando los colegios, muchos niños "estaban casi irreconocibles para sus padres cuando volvieron a sus casas", afirma el Tribune.

Niños de la tribu Sioux recién llegados a la escuela Carlisle, en 1879.
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Niños de la tribu Sioux recién llegados a la escuela Carlisle, en 1879.

El diario también enumeró otros momentos en los que el gobierno de EE.UU. separó a familias.

"A comienzos del siglo XX, los estados a veces sacaban niños de familias pobres y los colocaban en orfanatos", recordó, mencionando el caso del líder negro Malcolm X, quien en su autobiografía relató cómo fue separado de su madre, tras la muerte de su padre.

Otros casos

El Tribune también destacó dos episodios más de separaciones familiares causadas indirectamente por el Estado.

La primera, la deportación masiva de inmigrantes mexicanos en la década de 1930, que llevó a muchas familias a esconder a sus niños (ciudadanos estadounidenses) con familiares en EE.UU., para que ellos no fueran obligados a ir a un país que no conocían.

Y quizás la más conocida: la detención de ciudadanos de origen japonés en campos de concentración estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que unos 30.000 detenidos eran niños.

Niños japoneses haciendo la jura de la bandera en EE.UU. antes de ser llevados a campos de detención junto con sus familias.
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30.000 niños japoneses fueron detenidos en EE.UU. junto con sus padres y muchos varones se enlistarían en el ejército para mostrar su lealtad.

Si bien no fueron separados de sus padres en los campos, muchos de esos menores, al alcanzar los 18 años, se enlistaron para luchar por EE.UU. para demostrar la lealtad de su familia a ese país.

De acuerdo con el documental "Los niños de los campos", de 1999, los diarios personales y las entrevistas concedidas por muchos de esos militares de origen japonés muestran que entraron al ejército de forma reticente y en realidad no deseaban alejarse de sus padres.


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