Muchas culturas practicaron la trepanación -o perforación del cráneo- ya sea por motivos médicos o religiosos. Un estudio muestra que en la era inca en Perú el 80% de los que eran sometidos a esta peligrosa práctica sobrevivía, una cifra mucho más alta de la que se registraría hasta la modernidad.

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17 de junio de 2018, 6:49 AM
17 de junio de 2018, 6:49 AM
Un cráneo con un aparato para perforarlo.
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La
perforación
de
cráneos
-o trepanación- se practica desde la prehistoria.

Hoy es una cirugía de alta complejidad llamada craneotomía, pero la delicada práctica de perforar el cráneo -tradicionalmente conocida como trepanación- se originó durante la prehistoria.

Se trata de una intervención quirúrgica que abre un hueco en el cráneo, muchas veces con la intención de aliviar la presión del cerebro o para poder operar sobre este órgano.

En la actualidad este tipo de procedimiento es realizado por neurocirujanos cuando la vida o la salud de un paciente está en juego. Pero en algunas culturas del pasado la trepanación fue una técnica popular que se hacía por causas médicas menores -como dolores de cabeza- o como parte de ritos religiosos.

La evidencia más temprana de la trepanación data de hace aproximadamente 7.000 años.

Esa era la antigüedad que tenía un cráneo perforado hallado hace dos décadas en Alsacia, una región francesa lindante con Alemania.

Se cree que hubo un auge de la práctica -aunque se desconocen los motivos- durante el período Eneolítico, entre 2400 y 1700 a. C.

Pero aunque la trepanación se realizó en lugares tan diversos como la antigua Grecia, el Lejano Oriente, África, Polinesia y América, fue en este último lugar donde se hallaron más cráneos trepanados. Más específicamente en Perú.

Y fue en ese país donde también habrían vivido los antepasados más expertos en trepanación: los incas.

Un actor disfrazado con el tradicional atuendo inca, en Perú
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Los
incas
tenían
una
increíble habilidad para realizar cirugías craneales.

Los mejores

Diversos antropólogos se dedicaron a estudiar los niveles de supervivencia de las personas sometidas a cirugías craneales en el pasado, lo que permitió armar un "ranking" de los que mejor realizaban la práctica.

Las conclusiones son sorprendentes: por ejemplo, se halló que durante el Neolítico el 30% de los trepanados sobrevivía a la intervención. En cambio, durante el imperio romano solo 1 de cada 100 sobrevivía.

La causa, según los expertos, es que -curiosamente- los trepanadores prehistóricos trabajaban en mejores condiciones higiénicas, ya que utilizaban herramientas de piedra, que eran más estériles y disminuían el riesgo de infección.

En cambio los romanos, al igual que lo que ocurrió durante la Edad Media, utilizaban instrumentos de metal que lavaban con agua y volvían a utilizar, propagando infecciones.

Pero un dato más sorprendente aún acaba de ser descubierto por tres investigadores en EE.UU.

El neurólogo David Kushner de la Universidad de Miami y los antropólogos John Verano (Universidad de Tulane) y Anne Titelbaum (Universidad de Arizona), estudiaron las trepanaciones realizadas por los incas (1438-1533) y vieron que presentaban unos niveles extraordinarios de supervivencia.

Según su estudio, que publicaron en la edición de junio de la revista científica World Neurosurgery, entre el 75% y el 83% de los sujetos sometidos a perforaciones craneales vivían para contarlo.

Su hallazgo se tornó más increíble cuando se comparó esa cifra con las trepanaciones realizadas casi cuatro siglos más tarde durante la Guerra Civil en EE.UU.

Durante ese período (1861-1865) la tasa de supervivencia de trepanaciones fue un 30% menor que la de los incas: entre el 44% y el 54%.

Un herido durante la Guerra Civil en EE.UU.
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Cerca
de
la
mitad
de los heridos que recibieron cirugía craneal durante la Guerra Civil en EE.UU. fallecieron.

Motivos

Para los autores del estudio estas conclusiones muestran la increíble habilidad de los cirujanos craneales incas.

El trabajo reconoce que -al igual que lo que ocurrió con los romanos y en el Medioevo- la falta de higiene durante la Guerra de Secesión fue un factor importante para explicar la alta tasa de mortalidad durante ese conflicto.

"Los cirujanos de guerra a menudo usaban herramientas médicas no esterilizadas y utilizaban sus dedos sin guantes para sondear heridas craneales abiertas o romper coágulos de sangre", señala un artículo sobre el estudio en la publicación científica Science Daily.

Según Kushner, casi todos los soldados de la Guerra Civil que recibieron heridas de bala sufrieron posteriormente una infección.

"No sabemos cómo los antiguos peruanos previnieron la infección pero parece que hicieron un buen trabajo", señaló el autor principal de la investigación.

"Tampoco sabemos qué usaron como anestesia, pero debido a que hubo tantas (cirugías craneales) deben haber usado algo, posiblemente hojas de coca o una bebida fermentada. No hay registros escritos así que simplemente no lo sabemos", reconoció el experto.

Práctica

Pero la principal teoría sobre cómo los incas se tornaron tan buenos con esta técnica es la práctica.

El cráneo perforado de una mujer inca
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El
cráneo
perforado
de una mujer inca, una de muchas evidencias de trepanación halladas en Perú.

Los investigadores hallaron cientos de cráneos perforados -algunos con hasta siete agujeros- tanto durante el imperio incaico como antes.

Según Kushner, esta experiencia les permitió refinar su técnica.

El aprendizaje más importante que habrían hecho es no perforar la membrana protectora que rodea el cerebro, la meninge exterior también conocida como la duramadre.

"Parecían entender la anatomía de la cabeza y evitaron a propósito las áreas donde habría más sangrado. También se dieron cuenta de que las trepanaciones de mayor tamaño tenían menos probabilidades de ser exitosas que las más pequeñas", señaló el neurólogo.

"La evidencia física muestra definitivamente que estos cirujanos antiguos refinaron el procedimiento con el tiempo. Su éxito es verdaderamente notable", concluyó.

Pasarían varios siglos más, hasta después de la Primera Guerra Mundial, para que la trepanación evolucionara hasta convertirse en lo que es hoy: la neurocirugía, que tiene una tasa de supervivencia aún mejor que la de los incas.


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