Durante casi tres décadas, dos veces por año los niños surcoreanos debían llevar sus heces al colegio y entregárselas a los maestros. Esa campaña antiparásitos fue clave para la modernización del país.

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20 de febrero de 2018, 17:46 PM
20 de febrero de 2018, 17:46 PM
Tenias y lombrices
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Las
lombrices pueden llegar al intestino al ingerir alimentos mal cocidos, que fueron fertilizados con heces no tratadas.

En una persecución digna de una película de Hollywood, el 13 de noviembre pasado un soldado cruzó una de las fronteras más vigiladas del mundo en medio de los disparos de sus propios compañeros de ejército.

Se trataba de un soldado de Corea del Norte que desertó al vecino del sur atravesando la Zona Desmilitarizada (DMZ, por su sigla en inglés), la frontera establecida al final de la guerra entre ambos países en 1953.

Si bien los médicos surcoreanos debieron tratar al militar por múltiples heridas de bala, lo que más les sorprendió fue lo que encontraron en su estómago.

"Nunca había visto algo así en más de 20 años como médico", dijo entonces el doctor surcoreano Lee Cook-jong, quien estuvo a cargo de la operación.



El desertor norcoreano tenía una "cantidad enorme" de parásitos en su intestino, incluyendo una lombriz de 27 centímetros de largo.

Pero hubo una época en que los parásitos intestinales no generaban sorpresa en Corea del Sur.

Eran, según relatos de tropas estadounidenses, algo "prácticamente universal".

Tierra con excremento

Tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1948, el ejército estadounidense ocupó una Corea "caótica", donde "las enfermedades se esparcían rápidamente", según un trabajo publicado el año pasado en la revista especializada Medical History de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.

Niños surcoreanos tapándose la boca.
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Dos
veces por año, los escolares surcoreanos debían llevar sus excrementos a la escuela y entregárselos a la maestra.

De acuerdo con los autores, Mark Harrison y Sung Vin Yim, si bien las tropas y médicos estadounidenses estaban particularmente preocupados por enfermedades como el cólera y la malaria, también destacaron "la prevalencia de parásitos intestinales tales como la enorme lombriz Ascaris lumbricoides".

En aquel entonces Corea era una nación con una economía basada en la agricultura. Debido a la falta de fertilizantes químicos, los campesinos usaban heces humanas, tal como sigue sucediendo en muchos países en vías de desarrollo.

Pero si los excrementos no son tratados debidamente y fertilizan vegetales que luego tampoco son bien cocidos, los parásitos ingresan por vía oral y se alojan en los intestinos de los comensales.

La falta de acceso a los fertilizantes se volvió aún más aguda tras la Guerra de Corea (1950-1953).

"La división de la península dejó a gran parte de la industria química en el norte", escribió John P. DiMoia, investigador del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, un centro con sede en Berlín, la semana pasada en la revista académica The Conversation.

Granjera en Corea hacia 1950.
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Antes
del proceso de modernización, Corea del Sur era una nación con una economía basada en la agricultura.

Según Harrison y Yim, el problema se veía agravado por la falta de capacidad para detectar y tratar a las personas infectadas, en parte por la arraigada confianza a la medicina tradicional por sobre la occidental.

Mientras tanto, agregaron los investigadores, Corea del Norte, que contaba con el apoyo de la Unión Soviética, lograba "impresionantes" avances en salubridad que la tuvieron a la delantera de su rival del sur "probablemente por el resto de la década".

Cambio desde la escuela

"El foco en los parásitos intestinales data de principios de la década de 1960, cuando las dos Coreas se enfrentaron en una dura competencia por la legitimidad política y económica", escribió DiMoia.

Corea del Sur tenía "la ambición de enviar a sus ciudadanos al exterior para emprender oportunidades de trabajo en Alemania Occidental y el sudeste de Asia".

El país, agregó el investigador, "se hizo muy consciente del problema, ya que los jóvenes coreanos eran sometidos a exámenes médicos".

Paisaje de Seúl.
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Hubo
una época en que Corea del Norte estaba muy por delante de su vecino del Sur en cuanto a cobertura sanitaria.

La importancia de la parasitología se tradujo, entonces, en la creación de institutos y revistas de investigación, pero fue la campaña antiparásitos de 1969 la que provocó un verdadero cambio.

En su libro "Reconstruyendo cuerpos: biomedicina, salud y construcción nacional en Corea del Sur desde 1945", DiMoia cuenta que dos veces por año, todos los niños debían llevar sus heces a la escuela en pequeñas bolsas de papel.

Ese "familiar ritual de hacer fila frente al escritorio del maestro, cada niño sosteniendo una pequeña bolsa con la muestra" perduró hasta los años 90.

Las heces eran analizadas por técnicos gubernamentales y, en caso de encontrar parásitos, esos escolares debían tomar medicamentos antihelmínticos o expulsar las lombrices vivas de sus cuerpos.

"Estas campañas causaron una fuerte impresión en la cultura popular y la memoria histórica" de Corea del Sur, escribió DiMoia en The Conversation.

Médico Lee Cook-jong.
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El
cirujano surcoreano Lee Cook-jong dijo que nunca había visto tantas lombrices en un intestino como cuando operó al soldado desertor norcoreano.

Más que una enfermedad

La campaña antiparásitos resultó ser un éxito.

Según un trabajo publicado en 2006 en la revista especializada The Korean Journal of Parasitolology, en 1971 la tasa global de helmintiasis (una enfermedad parasitaria causada por diferentes especies de gusanos) era del 84,3%.

Tres décadas después, en 2004, esta cifra había bajado al 4,3%.

En su libro, DiMoia explica que esta campaña dio prestigio a la medicina occidental y provocó "un entusiasmo estatal a favor de la salud pública", que luego ayudó al país a posicionarse como líder en la región.

Junto con Japón, Corea del Sur terminaría liderando proyectos similares en otros países del Este y Sureste de Asia.

Y sorprendiéndose de ver que, en su vecino país del norte, en pleno siglo XXI, todavía había gente con enormes y numerosos gusanos en sus intestinos.


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