Esto al menos en el ámbito del postgrado, dice el director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Esalc)

3 de mayo de 2024, 17:45 PM
3 de mayo de 2024, 17:45 PM

Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Esalc), habla de las transformaciones en el campo educativo. Además, de las herramientas tecnológicas y de la capacitación permanente que se necesita.

-¿Cómo ha cambiado la educación?, ¿es tiempo de las carreras largas o cortas?
En el ámbito estricto de la educación superior, si hay alguna tendencia global compartida es la flexibilización y eso tiene que ver, por una parte, con las modalidades de enseñanza. Tanto usted como yo en un momento dado podríamos decir: me interesaría hacer un curso de postgrado y probablemente fracciones de segundo después de pensarlo digamos: no tengo tiempo, no puedo ir a la universidad, tengo una familia, tengo un trabajo, etc.

Y si la oferta fuera flexible, y si te permitieran decir a las 22:00 puedes conectarte y, si algún día hay tiempo, puedes venir a clases. Esa flexibilización es tremendamente importante y es el futuro de la formación superior, por lo menos en el ámbito del postgrado. Además, yo diría que en el ámbito estrictamente del ejercicio profesional, cada vez vamos a carreras más rápidas, ¿por qué? Porque  el esfuerzo que hay que hacer para conseguir la primera titulación en un contexto de crisis económica y laboral es quizá excesivo y hay que pensar en primeras titulaciones tras dos o tres años de estudios universitarios, como sucede en el ámbito internacional.

Eres periodista o gerente de una empresa y dices: me convendría mucho saber cómo puedo utilizar chat GPT, por ejemplo, para eso no vas a cursar una carrera universitaria, pero si eso te lo ofrece una universidad en la que tú confías y es un curso que dura horas o cuatro días, esto va a permitir que tú resuelvas tu laguna de conocimientos sobre la base de competencias y, al mismo tiempo, permite a la universidad cumplir con su función social básica que es responder a las necesidades sociales.

Para seguir  la lógica de las microcredenciales, la universidad tiene que pensar que en algún momento eso puede desaparecer, porque en su lugar, vendrá otra cosa, entonces ese curso lo cancelará y tendrá que colocar otro, es decir, toda esa flexibilidad que no tenemos en las carreras la podemos conseguir con ese mundo de credenciales que si vienen validadas por una universidad bien referenciada, creo que son de tanto más interés que una carrera larga.

-¿Después de la pandemia, estamos pagando factura en la educación superior o, más bien, desnudó falencias que se han podido subsanar?

Es una pregunta muy interesante, porque en el ámbito escolar tenemos estudios que demuestran los efectos del llamado apagón educativo y sabemos positivamente cuáles son los efectos incluso a largo plazo que puede tener para generaciones de niños y de niñas, el hecho de no haber tenido una escolaridad normalizada durante un año o dos años. En América Latina hemos sido la región donde el apagón ha durado más tiempo, pero en el ámbito de la educación superior no tenemos ninguna referencia.

Las instituciones parecen inclinadas a esconder la cabeza bajo el ala y pretender como que en realidad no ha pasado nada. Yo cuento con frecuencia una anécdota de un intelectual español muy conocido, Fray Luis de León, que fue a prisión por la Inquisición española.  Él era profesor en la universidad y cuando volvió, después de años de prisión a su aula, empezó la primera clase diciendo: como decíamos ayer, es decir, como si no hubiera pasado. Yo creo que en el ámbito de la educación superior hacemos también como si ese paréntesis no hubiera existido.

 Nosotros estamos trabajando ahora sobre la evidencia internacional existente para demostrar que las universidades tienen la obligación de reparar lo que fue para muchos un vacío durante esos prácticamente dos años de discontinuidad pedagógica, bajo la fórmula de educación remota de emergencia.

 Entonces nos hemos dado cuenta de que la evidencia internacional -no digo que sea el caso también de Bolivia-, parece demostrar que los estudiantes que ya partían de una buena base, que estaban acostumbrados al uso de la tecnología y que viven en contextos socioculturales ricos, sacaron partido de esas nuevas fórmulas de enseñanza, es decir, fue como un acelerador del aprendizaje, aprendieron más durante la pandemia por paradójico que pueda parecer. En cambio, en el otro extremo de la escala, tenemos una buena parte de las chicas que representa la primera generación de la familia que accede a la universidad y, luego, estudiantes de grupos vulnerables que durante la pandemia tuvieron que volver a sus comunidades de origen, faltos de conectividad de alto nivel, faltos de un contexto familiar en el que el padre o la madre pudiera explicarles cómo resolver las dudas que tenían, estos empeoraron el nivel de sus conocimientos. 

Por tanto, es posible que en términos globales nos hayamos quedado igual. Pero esta media es porque hubo quienes aprendieron mucho más y hubo quienes aprendieron mucho menos.

La distancia que existe entre unos y otros es responsabilidad de las universidades atender, no esconder a la cabeza bajo el brazo, sino demostrar públicamente qué medidas están tomando de aceleración de aprendizajes, de tutorización de los estudiantes para compensar esas diferencias.